miércoles, 6 de agosto de 2014

Mi vivencia del Camino

Ruta de Madre Petra
En cuanto supe de la ruta, no me lo pensé dos veces y decidí ir. Por varios motivos: porque visitábamos Barcelona y Valencia, ciudades muy importantes en la historia de Madre Petra; por ver a mis amigos de las distintas ciudades donde las madres tienen colegios; y por tener un encuentro con Dios, siempre me llenan las cosas así, ya sean pascuas, convivencias…
El andar se hizo ameno (menos el día de Ardales), porque ibas hablando con los demás y cada uno tenía algo que contarte y compartir, sobre todo las madres, también había momentos en los que caminaba sola e iba rezando interiormente o cantando para mis adentros. Los desiertos y reflexiones eran, para mí, una de las mejores partes del día, porque después de tanto andar, las risas, el juego, el ruido, viene bien hacer silencio y mirarte, mirar tu vida, ver cómo estás viviendo y si es así como quieres vivir. El compartir a algunos les costaba aunque siempre me quedaba con algo que decía alguien.
El visitar sitios donde estuvo Madre Petra y conocer qué hizo ella allí era genial, ¿no? Como decir: “estoy donde ella estuvo, viendo lo que ella vio”, era una sensación increíble. Cada sitio por el que pasábamos nos trataban como si estuviésemos en casa.
Si tuviese que destacar un día sería el martes en Barcelona. Ver la casa me impactó bastante; llevo viendo esa fachada desde que entré con 6 años al colegio, la típica foto con Madre Petra en el centro rodeada de niños y ancianos, el Valle a la izquierda y la casa de Barcelona a la derecha, pero tenerlo ahí, justo delante de mis ojos, me puso los vellos de punta. También fue un día a destacar por el desierto y el sacramento del perdón, saber que puedes empezar de nuevo aunque te hayas equivocado. Todos ahí llorando, yo creo que por varios motivos: habíamos mirado dentro de nosotros y cuando hacemos eso llegamos a algo tan profundo que sorprende; porque vivimos mucho juntos y también porque sabemos que al día siguiente tocaba decir “hasta luego” (nunca adiós).
También me quedo con que había un sagrario donde nace Madre Petra y otro donde muere, signo de que Dios era el principio y el fin de su vida, todo por y para Él, cosa que intento llevar a mi vida.
Para concluir me gustaría decir que todo lo que hemos vivido se quedará siempre porque “nada nos separará del amor de Dios” y nada nos separará si es Él quien nos une.

Ana López, de Málaga.

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