domingo, 3 de agosto de 2014

Tras las huellas de Madre Petra, un camino que llena el corazón.

Con mucha ilusión iba a la ruta de madre Petra y he regresado con un gran cambio en mi vida.
No sé cómo expresar lo vivido pues ha habido de todo, emoción, cansancio, alegría, tristeza…
Comenzábamos la aventura en el Valle, dónde madre Petra nació. Allí llegaba sin conocer a nadie, pero eso no era problema para mí ya que iba con ganas de llenarme de madre Petra y de la gente con la que compartiría esos días.
Los días que andaba se los ofrecía a Dios; con ilusión empezaba y cansada e ilusionada terminaba.
Cada día conocíamos un lugar en el que madre Petra había estado y fundado algo, una residencia, un hogar, un colegio,… y así hacernos a la idea de lo que ella vivió y en dónde. Momentos de reflexión y puestas en común para compartir, las cuales han sido enriquecedoras, me han sorprendido lo que cada uno esconde dentro de él, y cómo Dios les habla y el Espíritu les ilumina. Y la eucaristía diaria, dónde Jesús se nos hacía presente.
En cada sitio he vivido algo distinto y enriquecedor, desde las caminatas a Álora, Ardales y la subida a la Virgen de la Cabeza, como en los ratos de convivencia con los niños, las madres o la gente que nos han acogido.
Me siento muy agradecida porque en todo momento nos han cuidado, prestado servicio y hecho que cada día hayamos estado muy bien atendidos y queridos, desde el Valle hasta el final en Barcelona.
Estar en el Valle donde madre Petra nació; en los lugares donde fundó, en Valencia donde reposa y en Barcelona donde murió ha sido el recrear lo leído en sobre la Piedra y el ser consciente de lo que ella vivió.
Dar gracias por estos días vividos, a las madres, a los chicos, a cada una de las personas que han estado ahí y por supuesto a madre Petra y a Dios. Sin ellos esto no habría podido ser.

Rocío - Sevilla

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